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Perdon 02

El rencor es un sentimiento doloroso o una rabia más o menos intensa que todos hemos sentido alguna vez, aunque hay personas que, adictas a este sentimiento, lo viven permanentemente. El rencor es un enojo profundo y persistente que se apodera de nosotros y que nos puede llevar a tomar actitudes y acciones impensables, incluso, irracionales. Es por ello que este amargado resentimiento, desequilibra y enferma el cuerpo y la mente.

Normalmente el rencor se genera cuando la persona se ha sentido ofendida, humillada, dañada o ridiculizada. La característica principal es la rabia por el daño sufrido que no se expresó, quedando emocionalmente estancado, permaneciendo en silencio y repercutiendo en posteriores acciones y actitudes. Pese a que la rabia no se exprese, el rencor sigue ahí, generando sentimientos de odio, con resoluciones erróneas. Pero este sentimiento también se aprende. En las relaciones familiares y sociales podemos copiar formas de comportamiento rencoroso, especialmente en las filiales. Si un padre o una madre actúan y se manifiestan en el círculo familiar con un resquemor constante, los hijos asimilarán dicho comportamiento y muy posiblemente lo incorporarán a su carácter en mayor o en menor grado.

A veces no es fácil detectar el rencor, pero sí que se puede observar algunos detalles o signos que lo delatan. Por ejemplo, una disposición negativa hacia quien generó el rencor, tomando actitudes de boicotear sus iniciativas. También, negarse a participar y marginarse ante algunas acciones que propone esa persona contra la que se siente rencor. O, incluso, no hablar de ella o con ella. Otra forma de observación es cierta impaciencia, estar con los puños cerrados, hablar de manera contundente, seca y dura o, también, no mirar a los ojos de la persona que le generó el rencor. Pero no deberían confundirse estas actitudes de rencor con la protección que objetivamente se debe tener cuando una persona nos ha hecho daño. La defensa o cuidado para que no nos vuelva a suceder lo mismo, es una lógica forma de protección y cautela. El rencor va más allá: actúa con repulsión y de manera reaccionaria, generando más daño en uno mismo que en la persona que nos ofendió. ==A veces, el rencor es inconsciente, sin saber que se sufre. Estos casos se dan bastante con respecto a los padres. Se niega hasta la saciedad porque admitirlo generaría un gran sentimiento de culpa que no están dispuestos a asumir. Pero no olvidemos que el rencor hacia los padres es uno de los más comunes, habitual en adolescentes que toman actitudes de oposición constante, negativos y desmotivados ante todo. Suele ser hacia uno de los padres y, en algunos casos, este sentimiento perdura durante años, llegando hasta la adultez.

Como señalé anteriormente, el rencor aparece cuando la rabia no se pudo expresar en su momento o se expresó a medias. Por ello es saludable expresar las emociones adecuadamente, tanto en tiempo como en forma, porque si no tenderemos a acumular y enquistar dolores. Como su raíz latina indica, ‘rencor’ viene de ‘rancio’, expresando perfectamente cómo nuestro carácter va degenerando. El rencor tiene malas consecuencias, porque se acomoda y, al final, ese irracional odio y resentimiento puede llegar a paralizar una persona, llevándola a un estado de insensibilidad ante aquello que le
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rencor

ocasiona el rencor. ‘Rencor’ también paralelismos etimológicos con ‘resentirse’, que significa tener un sentimiento, pesar o enojo por algo, denotando flaqueo y debilidad. El rencor nos debilita.

Muchas personas creen que manteniendo el sentimiento de rencor durante tiempo vencerán en las disputas y serán más felices. Pero, al contrario de lo que piensan, se sentirán más atados y encadenados, sin poder desprenderse del rencor. Los circuitos del placer negativos son mecanismos que simulan alcanzar un cierto bienestar con la complacencia de un sentimiento erróneo, pero lo que logran es un placer destructivo que nos hace adictos a sentirnos contentados con el rencor. No obstante, los placeres positivos son diferentes: construyen y participan del bien común, eliminando los sentimientos que nos destruyen. Pese a que parezca difícil, hay salida y liberación ante ese sentimiento tan destructivo.

Cómo superar o no caer en el rencor==

  • Darse cuenta de que existe. Será difícil superar el rencor si no se tiene conciencia de que está presente, tanto por una situación puntual o en nuestro propio carácter. Asumir su presencia es vital para empezar a salir de él. También es bueno conocerse y saber que nuestra tendencia a no ser comunicativos y asertivos nos puede llevar a ser potencialmente rencorosos. Este punto de partida de autoconocimiento será importante para no caer en el rencor fácilmente.
  • Entender que mantener el rencor nunca será una venganza. Hay quienes piensan que manteniendo permanentemente el rencor conseguirán vengarse de quien les hizo daño. Pero el rencor es un sentimiento que sólo lo sufre quien lo tiene, no la otra persona. En cualquier caso, la venganza es hacia nosotros mismos, que nos mortificamos con un sentimiento que, pese a que parece que nos da placer, no resuelve las cosas, sino que las empeora.
  • Mantener una distancia prudencial sin llegar a desatar el rencor. Si alguien nos ha hecho daño, es normal mantener una distancia prudencial psicológica para que no volver a sufrir. No obstante, utilizar la distancia como una forma de rencor puede ser contraproducente para nuestros intereses emocionales. El distanciamiento puede ser muy necesario y conveniente; pero alimentar el rencor a través del alejamiento puede llevarnos a caminos sin salida en lo psicológico.
  • Ser asertivo. Una persona que es asertiva, rara vez sentirá rencor hacia alguien. Aquel que expresa en el momento adecuado sus sentimientos a la persona adecuada, se estará vacunando del rencor. La asertividad se aprende poco a poco, diciendo las cosas oportunamente, no dejándolas a expensas de los sentimientos o del azar.
  • Expresar lo que se siente, no solamente lo que se piensa. Las personas rencorosas no acostumbran a expresar los sentimientos, los acumulan innecesariamente, por lo que este silencio de comunicación les provoca sensaciones de rencor. Hablar, expresar y contrastar permite, como mínimo, entender o hacer que nos entiendan, creando puentes de comunicación y perdón.
  • Expresar el enojo con la persona que lo generó. Expresar con otra persona diferente a la que nos provocó el enojo no significará que lo superaremos. Es necesario enfrentar nuestro dolor e irritación con la persona que nos lo generó, para así, de manera civilizada y correcta, poder contrastar las razones de nuestro estado y encontrar la salida al rencor y al malentendido.
  • Atajar a tiempo el problema que generó el rencor. Dejar pasar las cosas es la manera perfecta para que nuestros sentimientos negativos se agranden. Las soluciones tienen su tiempo, con la finalidad de que el problema se intercepte bien. Dejar que se mantenga un problema y no darle importancia es empeorar las cosas, por lo que es muy posible que anide el rencor.
  • Acostumbrar a nuestra mente a pensar de manera positiva y comprensible. Gran parte del rencor se forja en no querer entender que las personas se equivocan y tienen actitudes erróneas, incluso sin querer ni pretenderlo. Muchas veces, el ser humano está desprotegido de sus propios errores, porque está aprendiendo en el camino de la vida y, lógicamente, se equivoca. Si nos sentimos enojados y afectados por un sentimiento de rencor, podemos ayudar a nuestra mente a que no se aísle con el problema, sino que entienda que esa afectación tiene razones que, incluso, pueden ser muy irrazonables, debido a nuestra naturaleza humana. Todos erramos, y es muy posible que mientras estamos sintiéndonos rencorosos por algo, nosotros repitamos el mismo error.
  • Aprender a olvidar las ofensas. No se debe olvidar lo que provocó el sentimiento de rencor, pero sí que se puede olvidar la ofensa de ese hecho. Una persona puede habernos hecho daño con una actitud despectiva o vejatoria, pero nosotros podemos empezar a superar la situación si separamos el dolor de la ofensa del acto en sí. Lo que sucedió no se puede mover, sucedió, no se puede borrar y nos debemos proteger para que no suceda más; pero sí que se puede borrar el caparazón que envolvió el problema: la ofensa. Distinguir una cosa de otra nos permitirá enfrentar correctamente la dificultad.
  • Aprender a perdonar. El perdón no solamente salda las cuentas con la persona que nos provocó el rencor, sino que, esencialmente, libera nuestra culpabilidad y nos hace sentirnos perdonados a nosotros mismos. Perdonar no solo es un acto, sino un sentimiento asociado a un acto. Por lo tanto, para perdonar tendremos que aunar esfuerzos, andando un camino de restitución de la mano de nuestros sentimientos y de un acto o actitud concreta.
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  • Todos cometemos errores y nadie está libre de ellos. Tanto el que sufre de rencor como el causante, cometen errores y nadie está libre de repetirlos una vez tras otra. Al final, muchos de los que han estado distanciados durante muchos años, no pueden recordar la razón exacta y, a veces, si la recuerdan, se dan cuenta que ya no tiene la misma importancia. No obstante, el sufrimiento que se vivió durante años fue porque cuesta dar el primer paso de la reconciliación. También es un error no darse cuenta de que mantener un enojo o un rencor permanentemente puede llegar a ser muy ridículo. Por ello es sabio quitar hierro a ciertos asuntos, y, si fue de suma importancia, enfrentarlo y solucionarlo antes de que nos corroa por dentro.
  • La enfermedad está detrás del rencor. A veces se ignora que muchas enfermedades se relacionan con el rencor y el resentimiento, porque son heridas del alma que no se cierran en la mente y que, seguidamente, se hacen carne y se traspasan al cuerpo. Toda emoción negativa no sólo es perjudicial desde el punto de vista emocional, sino que también repercute en nuestro organismo, en nuestra salud física. Cuando las personas tienen rencor o piensan en situaciones de venganza, tanto la presión arterial como el ritmo cardíaco se disparan al doble de su actividad normal. Pero si animamos y evocamos emociones positivas, la mente y el cuerpo se tranquiliza y entra en un estado de ritmos cardíacos normalizados, disminuyendo el estrés.
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